¿Quiénes son Ana y Mía?
Pues no, no son los
nombres de dos chicas… Ana y Mia son los apelativos con los que se designan la
anorexia y la bulimia para hablar de ellas “en código”. Muchas páginas
personales de internet utilizan estas siglas para referirse a la anorexia o la
bulimia sin citarlas explícitamente en el título (aunque luego queda muy
claro). Esto tiene muchos propósitos que luego veremos pero en muchos casos se
hace porque puede tener consecuencias legales el incitar comportamientos que
perjudican la salud (inanición, consumo de pastillas, etc…) y en cambio
utilizando estas siglas se puede hablar de Ana y de Mia como quien cuenta una
historia y sin que las páginas sean tan fácilmente identificadas por aquellos
que intentan cerrarlas.
Porque la ansiada perfección solo
lleva a la destrucción
La anorexia es un transtorno alimenticio que afecta
a miles de jóvenes en el mundo. Las protagonistas de esta historia son Ana y
Mía quienes prefieren estar muertas a estar gordas.
Personalidades del espectáculo como Anahí, Paty Navidad y Ana Bárbara han padecido de este transtorno, sin embargo gracias a la ayuda de médicos y familiares pudieron salir adelante.
"Antes muerta que gorda" es una de las frases que usan las jóvenes que padecen bulimia o anorexia, enfermedades que han ido en aumento ya que del 2005 a la fecha las niñas se preocupan por hacer dieta a partir de los seis años de edad.
En un principio se creía que era una enfermedad de princesas, debido a que Lady Di confesó que padecía ambas y que incluso la llevaron a pensar en el suicidio, sin embargo este padecimiento lo pueden tener jovencitas de todas clases sociales.
El no comer y vomitar son una tortura para las adolescentes quienes están más expuestas a caer dentro de esta mortal enfermedad.
Personalidades del espectáculo como Anahí, Paty Navidad y Ana Bárbara han padecido de este transtorno, sin embargo gracias a la ayuda de médicos y familiares pudieron salir adelante.
"Antes muerta que gorda" es una de las frases que usan las jóvenes que padecen bulimia o anorexia, enfermedades que han ido en aumento ya que del 2005 a la fecha las niñas se preocupan por hacer dieta a partir de los seis años de edad.
En un principio se creía que era una enfermedad de princesas, debido a que Lady Di confesó que padecía ambas y que incluso la llevaron a pensar en el suicidio, sin embargo este padecimiento lo pueden tener jovencitas de todas clases sociales.
El no comer y vomitar son una tortura para las adolescentes quienes están más expuestas a caer dentro de esta mortal enfermedad.
Web Peligrosas de Ana y Mía
Las creadoras- normalmente son
webs dirigidas y creadas por chicas adolescentes- defienden estas enfermedades
como forma de vida para llegar a ser "princesas".
Dentro de estas webs se
crea un propio código de comunicación, unas instrucciones de uso, es como
entrar en un mundo diferente. Suelen utilizar términos propios que crean la
sensación de pertenencia, de grupo y de aislamiento del resto (los que no son Ana y Mia). Incluso se
crean trucos para reconocerse entre ellas e identificarse (brazaletes rojos o morados). Llega a haber una especie de
mandamientos o juramentos entre ellas. El sentimiento de identidad que inducen
es muy fuerte.
Las propias páginas suelen
venir con una advertencia inicial para los que no siguen el “estilo de vida”
indicándoles que estas páginas no son lugar para ellos y que no son deseados.
Logran aislar a los anoréxicos y bulímicos del entorno, haciéndoles creer que
los demás están contra ellos y que los demás quieren hacerles engordar y
destruir sus “propósitos”. Se crea la sensación de endogrupo (los que pertenecen) versus el exogrupo (los que no), enemistando ambos bandos. Luego estas
páginas promueven el rechazo hacia todo los que no es pro- Ana o pro- Mia.
El problema de estas
páginas es que incitan rituales y un “estilo
de vida” muy perjudicial pero es que además lo hacen a gente joven y
vulnerable que busca de esa comprensión, de ese apoyo y de ese sentimiento de
pertenencia que les ofrecen, prácticamente estos sitios hacen un acompañamiento
a la persona desde su inicio hasta que las conductas forman ya parte de lo que
consideraríamos un trastorno de la conducta alimentaria. Muchos jóvenes no
recurrirían a estas conductas o no se les ocurrirían sin que otros les dieran
la información, además a estas edades los jóvenes son muy influenciables y
realmente estas páginas acaban por hacer un “lavado de cerebro” en el que la vida de la persona acaba por
conformarse solo de conductas “ritual” y preocupaciones por el peso que impiden
ver nada más.
Aunque el origen de estos
trastornos alimentarios es multicausal, asumiendo que interfieren muchos
factores (biológicos, factores de
vulnerabilidad y riesgo, historia vital, personalidad de la persona, factores
socio-culturales, etc…) sí es cierto que estas páginas tienen mucho que ver
en la difusión y asentamiento de las ideas en los jóvenes y que suponen un peso
importante en la aparición del trastorno. Esto hay que entenderlo, alguien que
no tiene factores de vulnerabilidad, ni rasgos anoréxicos, ni ningún problema
alimentario entrará en esta web y quedará escandalizado sin que ellas surjan
más efecto.
El problema está en las
personas con problemas de autoestima y autoimagen, necesidad de control,
impulsividad, que llevan años haciendo dieta, que están disgustadas con su
cuerpo, que se sienten solas y rechazadas, etc…
Estas páginas son otro
tipo más de presión social al que son bombardeados los jóvenes. Jóvenes que se
encuentran en un momento de cambios corporales, incertidumbre y búsqueda de una
identidad, una identidad que estas webs promueven.
“Nadie dijo nunca que fuera fácil llegar a ser una princesa.”
Ana es el nombre que muchas anoréxicas dan a la
Anorexia Nerviosa y por eso es el nombre que le he puesto a la primera
protagonista de mi historia, porque claramente padece dicha enfermedad. Del
mismo modo, Mía es el nombre que dan a la Bulimia Nerviosa y de ahí el nombre
de la protagonista de mi segunda historia, no hace falta recalcar el porqué de
él.
La historia de Ana y Mía.
Ana.
Ana se levantaba como todas las mañanas, se
desnudaba completamente y se dirigía al baño. Se posaba ante la báscula
esperando varios segundos hasta ver lo que marcaba y en esos segundos en los
que la báscula calculaba el peso de su portador, su cabeza solo pensaba en el
número que había visto el día anterior, deseando con todas sus fuerzas que la
aguja del marcador no sobrepasase ni siquiera varios gramos de más, sino que la
fina aguja de su interior marcase levemente un descenso en su peso.
Su peso, aquello que marcaba su existencia, su
materia, su ser. Aquello que deseaba reducir con todas sus fuerzas, aquello que
marcaba la fina línea entre la vida y la muerte.
Después se dirigía al espejo de cuerpo entero que
tenía en su habitación y se observaba detalladamente palpando con sus manos
cada centímetro de su piel. Apretando en varias zonas, estirando en otras e
intentando reducir con ellas en su reflejo, las partes que deseaba tersar o
hacer desaparecer.
Su visión supuestamente distorsionada le mostraba
una imagen supuestamente irreal que su celebro había almacenado y creado para
si mismo como algo completamente tangible y verídico. O al menos eso es lo que
le decían, que su visión, su realidad, era totalmente contraria a lo que el
espejo reflejaba ¿acaso se había vuelto loca? Su visión estaba completamente distorsionada,
mostrándole una imagen falsa y alterada.
Pero fuese cual fuese la verdad, aquella imagen que
observaba ante aquel espejo de cuerpo entero, era su imagen, era su reflejo,
era su verdad y podía tocarla como real.
Después se dirigió a aquel lugar que un día muy
lejano la había llenado de felicidad y ahora se le antojaba como un momento
angustioso y cruel que la atormentada todos los días como si de una cadena
perpetua se tratase.
Abrió las puertas de su armario como si el infierno
fuese a brotar de él, mientras escarbaba entre su ropa algo que pudiese hacer
disimular aquel cuerpo deforme que su mente había creado. Encontró un pantalón
negro, la prenda que más odiaba de su color favorito, aquel que
tanto hace disimular, después se enfundo en él y revisó cada detalle frente al
espejo.
La textura de la tela pegada a su piel, marcando
unas líneas deformes ante sus ojos, recorrió con sus manos desde su cintura
hasta los tobillos apretando y estirando la tela elástica de aquella prenda que
formaba una segunda piel sobre su cuerpo. Por último metió la barriga hacia
dentro aspirando el aire levemente para apretar con sus manos y pasarse el
botón que la encerraría en aquella celda de tela.
Sus ojos solo veían un inmenso ser deforme
encerrado en una celda de piel. Una piel grasa, llena de bultos y trozos que
sobraban por todas partes, trozos que cogía y estiraba con sus manos deseando
tener un cuchillo láser que pudiese cortar y hacer desaparecer de ella todo
aquello que nunca debió estar ahí. Todo aquello que la repudiaba y la hacía
sentir un inmenso asco hacía un engendro amorfo.
Solo quería salir de esa prisión, de la prisión de
su cuerpo, pero era difícil hacerlo sin llegar a la inexistencia. Lo peor es
que ella lo sabía, pero no podía evitar desvanecerse por una ilusión.
Su estomago rugía como un tigre hambriento, y en
realidad lo estaba… pero ella no estaba dispuesta a ceder ante aquello que
consideraba una debilidad… un pecado capital… la gula…
Ya estaba acostumbrada a esa sensación de hambruna
pero ni mucho menos era lo peor.
Lo peor eran los calambres y hormigueos que
recorrían todo su cuerpo como invisibles parásitos en su interior. Lo peor era
recordar cuando había sido la última vez que había hecho de vientre o mejor
dicho, era que no podía recordarlo. No recordaba cuando había dejado de tener
la menstruación y eso la hacía sentir como una cuarentona menopáusica. Y aquel
asqueroso vello fino en zonas extrañas de su cuerpo que tenía que afeitar. Por
el contrario su cabello caía en considerables cantidades y sus uñas tenían un
aspecto amarillento y quebradizo, además siempre tenia un inmenso frío.
Aquellas solo eran unas pocas de las consecuencias
que su obsesión le había obligado acostumbrarse.
Se terminó de arreglar dentro de la medida posible
y se puso el abrigo negro.
Mientras andaba por la calle, un par de jovencillas
jóvenes y vivarachas, torcieron la mirada hacía ella que escondía su rostro en
su capucha negra con los bordes peludos.
Las dos jóvenes se rieron de ella y susurraron en
un tono de voz que ella pudo escuchar, que parecía una vieja esquelética.
¿Acaso no lo sabía? ¿Acaso no lo veía? ¿O no lo
quería ver?
Ella bajo la mirada pensando que nada les podía
reprochar y deseando esta vez, desaparecer de verdad…
Mía.
Mía a simple vista era la chica perfecta. Rubia,
delgada, de cuerpo fibroso y realmente guapa. Pero hay cosas que son difíciles
de poseer y muy fácilmente de perder.
Mía era realmente una princesa y no estaba
dispuesta a renunciar a ello.
Aquella noche había cenado con sus amigas en un
buffet y todas estaban realmente impresionadas por la cantidad de cosas que
había comido.
Algunas se preguntaban como conseguía comer tanta
comida sin que le doliese la barriga. Otras que tenían sobrepeso le decían que
no sabía la suerte que tenía por poder comer tanto y seguir así de delgada y
perfecta. Pero en realidad ella si que lo sabía y estaba dispuesta a cobrar el
precio que fuese por ello.
Cuando Mía llegó a casa se dirigió al baño, se
arrodilló en el e introdujo sus dedos índice y corazón en su boca buscando en
ella tocar la parte rugosa y más honda de la lengua y el principio de la
garganta.
Tras varios intentos sintió como algo subía de su
interior y un sabor agrió le hacía arrojar lo que tenía en su interior junto a
trompicones de comida.
Después de varios vómitos, sintió que ya no tenía
nada dentro mientras observaba los restos de la cena de aquella noche.
Se puso su mejor chándal, uno de terciopelo morado
y salió a correr como todas las noches hasta el borde del desmayo. Corría hasta
que sus músculos y huesos la frenaban avisándola con flaquear las piernas.
Al volver a casa se observó en el espejo y sonrió
de lo guapa que se veía, pero su sonrisa se desvaneció al observar sus
amarillos dientes y una boca que no conjuntaba con el resto de su fachada, aunque
si de su interior…
Ella solo quería ser perfecta, ser una princesa
¿acaso quién no deseaba dicha cosa?
Ser perfecta, porque todos los seres humanos
buscamos la perfección. Algunos nacen acercándose a ella y otros no tienen la
misma suerte y se dedican a buscarla, aunque la perfección que busca cada uno
es difícil de alcanzar.
La mayoría de veces es inalcanzable y es que no
siempre depende del esfuerzo, las ganas o la motivación. Hay cosas que
simplemente son y ni siquiera el dinero puede cambiar. Algunos las aceptan y
otros se resignan a ello, con dietas, horas de ejercicio o caras cirugías.
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