domingo, 15 de junio de 2014


¿Quiénes son Ana y Mía?


Pues no, no son los nombres de dos chicas… Ana y Mia son los apelativos con los que se designan la anorexia y la bulimia para hablar de ellas “en código”. Muchas páginas personales de internet utilizan estas siglas para referirse a la anorexia o la bulimia sin citarlas explícitamente en el título (aunque luego queda muy claro). Esto tiene muchos propósitos que luego veremos pero en muchos casos se hace porque puede tener consecuencias legales el incitar comportamientos que perjudican la salud (inanición, consumo de pastillas, etc…) y en cambio utilizando estas siglas se puede hablar de Ana y de Mia como quien cuenta una historia y sin que las páginas sean tan fácilmente identificadas por aquellos que intentan cerrarlas.



Porque la ansiada perfección solo lleva a la destrucción




La anorexia es un transtorno alimenticio que afecta a miles de jóvenes en el mundo. Las protagonistas de esta historia son Ana y Mía quienes prefieren estar muertas a estar gordas.

Personalidades del espectáculo como Anahí, Paty Navidad y Ana Bárbara han padecido de este transtorno, sin embargo gracias a la ayuda de médicos y familiares pudieron salir adelante.

"Antes muerta que gorda" es una de las frases que usan las jóvenes que padecen bulimia o anorexia, enfermedades que han ido en aumento ya que del 2005 a la fecha las niñas se preocupan por hacer dieta a partir de los seis años de edad.

En un principio se creía que era una enfermedad de princesas, debido a que Lady Di confesó que padecía ambas y que incluso la llevaron a pensar en el suicidio, sin embargo este padecimiento lo pueden tener jovencitas de todas clases sociales.

El no comer y vomitar son una tortura para las adolescentes quienes están más expuestas a caer dentro de esta mortal enfermedad.

 

Web Peligrosas de Ana y Mía

Las creadoras- normalmente son webs dirigidas y creadas por chicas adolescentes- defienden estas enfermedades como forma de vida para llegar a ser "princesas".
Dentro de estas webs se crea un propio código de comunicación, unas instrucciones de uso, es como entrar en un mundo diferente. Suelen utilizar términos propios que crean la sensación de pertenencia, de grupo y de aislamiento del resto (los que no son Ana y Mia). Incluso se crean trucos para reconocerse entre ellas e identificarse (brazaletes rojos o morados). Llega a haber una especie de mandamientos o juramentos entre ellas. El sentimiento de identidad que inducen es muy fuerte.

Las propias páginas suelen venir con una advertencia inicial para los que no siguen el “estilo de vida” indicándoles que estas páginas no son lugar para ellos y que no son deseados. Logran aislar a los anoréxicos y bulímicos del entorno, haciéndoles creer que los demás están contra ellos y que los demás quieren hacerles engordar y destruir sus “propósitos”. Se crea la sensación de endogrupo (los que pertenecen) versus el exogrupo (los que no), enemistando ambos bandos. Luego estas páginas promueven el rechazo hacia todo los que no es pro- Ana o pro- Mia.

El problema de estas páginas es que incitan rituales y un “estilo de vida” muy perjudicial pero es que además lo hacen a gente joven y vulnerable que busca de esa comprensión, de ese apoyo y de ese sentimiento de pertenencia que les ofrecen, prácticamente estos sitios hacen un acompañamiento a la persona desde su inicio hasta que las conductas forman ya parte de lo que consideraríamos un trastorno de la conducta alimentaria. Muchos jóvenes no recurrirían a estas conductas o no se les ocurrirían sin que otros les dieran la información, además a estas edades los jóvenes son muy influenciables y realmente estas páginas acaban por hacer un “lavado de cerebro” en el que la vida de la persona acaba por conformarse solo de conductas “ritual” y preocupaciones por el peso que impiden ver nada más.

Aunque el origen de estos trastornos alimentarios es multicausal, asumiendo que interfieren muchos factores (biológicos, factores de vulnerabilidad y riesgo, historia vital, personalidad de la persona, factores socio-culturales, etc…) sí es cierto que estas páginas tienen mucho que ver en la difusión y asentamiento de las ideas en los jóvenes y que suponen un peso importante en la aparición del trastorno. Esto hay que entenderlo, alguien que no tiene factores de vulnerabilidad, ni rasgos anoréxicos, ni ningún problema alimentario entrará en esta web y quedará escandalizado sin que ellas surjan más efecto.

El problema está en las personas con problemas de autoestima y autoimagen, necesidad de control, impulsividad, que llevan años haciendo dieta, que están disgustadas con su cuerpo, que se sienten solas y rechazadas, etc…
Estas páginas son otro tipo más de presión social al que son bombardeados los jóvenes. Jóvenes que se encuentran en un momento de cambios corporales, incertidumbre y búsqueda de una identidad, una identidad que estas webs promueven.


“Nadie dijo nunca que fuera fácil      llegar a ser una princesa.”


Ana es el nombre que muchas anoréxicas dan a la Anorexia Nerviosa y por eso es el nombre que le he puesto a la primera protagonista de mi historia, porque claramente padece dicha enfermedad. Del mismo modo, Mía es el nombre que dan a la Bulimia Nerviosa y de ahí el nombre de la protagonista de mi segunda historia, no hace falta recalcar el porqué de él.


La historia de Ana y Mía.



Ana.
Ana se levantaba como todas las mañanas, se desnudaba completamente y se dirigía al baño. Se posaba ante la báscula esperando varios segundos hasta ver lo que marcaba y en esos segundos en los que la báscula calculaba el peso de su portador, su cabeza solo pensaba en el número que había visto el día anterior, deseando con todas sus fuerzas que la aguja del marcador no sobrepasase ni siquiera varios gramos de más, sino que la fina aguja de su interior marcase levemente un descenso en su peso.

Su peso, aquello que marcaba su existencia, su materia, su ser. Aquello que deseaba reducir con todas sus fuerzas, aquello que marcaba la fina línea entre la vida y la muerte.

Después se dirigía al espejo de cuerpo entero que tenía en su habitación y se observaba detalladamente palpando con sus manos cada centímetro de su piel. Apretando en varias zonas, estirando en otras e intentando reducir con ellas en su reflejo, las partes que deseaba tersar o hacer desaparecer.

Su visión supuestamente distorsionada le mostraba una imagen supuestamente irreal que su celebro había almacenado y creado para si mismo como algo completamente tangible y verídico. O al menos eso es lo que le decían, que su visión, su realidad, era totalmente contraria a lo que el espejo reflejaba ¿acaso se había vuelto loca? Su visión estaba completamente distorsionada, mostrándole una imagen falsa y alterada.

Pero fuese cual fuese la verdad, aquella imagen que observaba ante aquel espejo de cuerpo entero, era su imagen, era su reflejo, era su verdad  y podía tocarla como real.

Después se dirigió a aquel lugar que un día muy lejano la había llenado de felicidad y ahora se le antojaba como un momento angustioso y cruel que la atormentada todos los días como si de una cadena perpetua se tratase.
Abrió las puertas de su armario como si el infierno fuese a brotar de él, mientras escarbaba entre su ropa algo que pudiese hacer disimular aquel cuerpo deforme que su mente había creado. Encontró un pantalón negro,  la prenda que más odiaba de su color favorito, aquel que tanto hace disimular, después se enfundo en él y revisó cada detalle frente al espejo.
La textura de la tela pegada a su piel, marcando unas líneas deformes ante sus ojos, recorrió con sus manos desde su cintura hasta los tobillos apretando y estirando la tela elástica de aquella prenda que formaba una segunda piel sobre su cuerpo. Por último metió la barriga hacia dentro aspirando el aire levemente para apretar con sus manos y pasarse el botón que la encerraría en aquella celda de tela.

Sus ojos solo veían un inmenso ser deforme encerrado en una celda de piel. Una piel grasa, llena de bultos y trozos que sobraban por todas partes, trozos que cogía y estiraba con sus manos deseando tener un cuchillo láser que pudiese cortar y hacer desaparecer de ella todo aquello que nunca debió estar ahí. Todo aquello que la repudiaba y la hacía sentir un inmenso asco hacía un engendro amorfo.

Solo quería salir de esa prisión, de la prisión de su cuerpo, pero era difícil hacerlo sin llegar a la inexistencia. Lo peor es que ella lo sabía, pero no podía evitar desvanecerse por una ilusión.

Su estomago rugía como un tigre hambriento, y en realidad lo estaba… pero ella no estaba dispuesta a ceder ante aquello que consideraba una debilidad… un pecado capital… la gula…

Ya estaba acostumbrada a esa sensación de hambruna pero ni mucho menos era lo peor.

Lo peor eran los calambres y hormigueos que recorrían todo su cuerpo como invisibles parásitos en su interior. Lo peor era recordar cuando había sido la última vez que había hecho de vientre o mejor dicho, era que no podía recordarlo. No recordaba cuando había dejado de tener la menstruación y eso la hacía sentir como una cuarentona menopáusica. Y aquel asqueroso vello fino en zonas extrañas de su cuerpo que tenía que afeitar. Por el contrario su cabello caía en considerables cantidades y sus uñas tenían un aspecto amarillento y quebradizo, además siempre tenia un inmenso frío.

Aquellas solo eran unas pocas de las consecuencias que su obsesión le había obligado acostumbrarse.

Se terminó de arreglar dentro de la medida posible y se puso el abrigo negro.

Mientras andaba por la calle, un par de jovencillas jóvenes y vivarachas, torcieron la mirada hacía ella que escondía su rostro en su capucha negra con los bordes peludos.
Las dos jóvenes se rieron de ella y susurraron en un tono de voz que ella pudo escuchar, que parecía una vieja esquelética.

¿Acaso no lo sabía? ¿Acaso no lo veía? ¿O no lo quería ver?

Ella bajo la mirada pensando que nada les podía reprochar y deseando esta vez, desaparecer de verdad…



Mía.
Mía a simple vista era la chica perfecta. Rubia, delgada, de cuerpo fibroso y realmente guapa. Pero hay cosas que son difíciles de poseer y muy fácilmente de perder.

Mía era realmente una princesa y no estaba dispuesta a renunciar a ello.

Aquella noche había cenado con sus amigas en un buffet y todas estaban realmente impresionadas por la cantidad de cosas que había comido.

Algunas se preguntaban como conseguía comer tanta comida sin que le doliese la barriga. Otras que tenían sobrepeso le decían que no sabía la suerte que tenía por poder comer tanto y seguir así de delgada y perfecta. Pero en realidad ella si que lo sabía y estaba dispuesta a cobrar el precio que fuese por ello.

Cuando Mía llegó a casa se dirigió al baño, se arrodilló en el e introdujo sus dedos índice y corazón en su boca buscando en ella tocar la parte rugosa y más honda de la lengua y el principio de la garganta.

Tras varios intentos sintió como algo subía de su interior y un sabor agrió le hacía arrojar lo que tenía en su interior junto a trompicones de comida. 
Después de varios vómitos, sintió que ya no tenía nada dentro mientras observaba los restos de la cena de aquella noche.

Se puso su mejor chándal, uno de terciopelo morado y salió a correr como todas las noches hasta el borde del desmayo. Corría hasta que sus músculos y huesos la frenaban avisándola con flaquear las piernas.

Al volver a casa se observó en el espejo y sonrió de lo guapa que se veía, pero su sonrisa se desvaneció al observar sus amarillos dientes y una boca que no conjuntaba con el resto de su fachada, aunque si de su interior…

Ella solo quería ser perfecta, ser una princesa ¿acaso quién no deseaba dicha cosa?

Ser perfecta, porque todos los seres humanos buscamos la perfección. Algunos nacen acercándose a ella y otros no tienen la misma suerte y se dedican a buscarla, aunque la perfección que busca cada uno es difícil de alcanzar.
  
La mayoría de veces es inalcanzable y es que no siempre depende del esfuerzo, las ganas o la motivación. Hay cosas que simplemente son y ni siquiera el dinero puede cambiar. Algunos las aceptan y otros se resignan a ello, con dietas, horas de ejercicio o caras cirugías.


No hay comentarios:

Publicar un comentario